Se asoma
una señora con actitud y dice: que va a venir un ingeniero en nanotecnología a
dar una charla, y que no es solo para los técnicos específicos, que seria
interesante que lo escucháramos, y que debería interesarnos porque siempre los
docentes se quejan (¿) que no tienen acceso a las nuevas tecnologías, y que
esta era una oportunidad, y que seria bueno para nosotros que la aprovecharamos,
y que es muy interesante la nano tecnología
y que nos podría ser útil en el futuro.
El futuro. Pienso en el futuro y me acuerdo
de las películas de ciencia ficción de los años 70 con esos tableritos de
lucecitas de colores. Si el oro no lo cambiamos por lucecitas en vez de
espejitos de colores como dice el saber popular.
El profesor, ahí sentado nos da la opción:
elijan. No, profesor, elija usted, usted diga que hacer. No, ustedes. Elijan.
Y
allá vamos, confundidos, pero con las esperanzas puestas en el nanofuturo.
El
ingeniero nos cuenta todo lo que sabe, y entre sus saberes, está saber que lo
que sabe ya es viejo, o sea que no es el futuro sino el pasado. También nos cuenta que viejos que son los
celulares que tenemos en la mano porque ahora los japoneses los llevan en la
billetera como si fueran tarjetas, y lo
cargan en diez minutos no como el ladrillo ese que tenés vos. Una sensación como de envejecimiento súbito me
hace pensar en este presente que no me
interesa, y que culpable me siento que no me interese, mas allá que las nano
partículas mejoren la transmisión del agua por los caños, agua que algunos se están llevando de acá para
sabe dios dónde.
La
señora con actitud, nuestra fuente de certezas, no viene a decirnos porque este
ingeniero que proviene de una empresa de capital privado está tan interesado en
darnos sus referencias. En cambio viene a decirnos que si vamos a murmurar nos
invita a retirarnos asi como nos invito a escuchar. Es una mañana de invitaciones.
Y una con estas mechas...
Al profesor y a los alumnos nunca nos llegaron invitaciones anticipadas,
con lo que no estábamos vestidos para la ocasión, además de estar en la mitad
de una clase programada hacia tiempo, que parecía se podía postergar para el
futuro, o sea el nuestro y que posiblemente
no fuera tan rimbonbantemente atractiva como la nanotecnología, al menos para
la señora con actitud.
Asi de a poco, nos fuimos yendo como de una
función de cine con una película mala, de esas a las que tampoco le entendemos
el lenguaje.
Quede
con desconfianza en la articulación de las propuestas, en la intervención de
una empresa privada en un establecimiento publico, en los contenidos que se valora
como constructores del futuro, y en los que no.
Un poco incomoda por el vapuleo a toda la clase, que de antemano se nos
vislumbra como unos quejosos desinteresados
que desdeñamos la enseñanza de la nano tecnología que supimos conseguir.
Seguimos adelante con nuestra clase.
En días
anteriores un chiquito que atiendo me cuenta con acciones físicas que estuvo
enfermo, que se ahogó, que tuvo frio y luego mucho calor, que no podía tragar
la comida y que debía quedarse quieto y que miro tele. Sin mediar la palabra. Luego
jugamos, recorremos todo el dispositivo de psicomotricidad, y ya sentados,
escribimos y dibujamos; yo le garabateo algo (que no son palabras escritas) y
le digo:”aca estoy escribiendo queee, estuviste en cama, que te ahogabas, que
tuviste frio y después calor, yyyy…”. Me interrumpe, mira la hoja y dice:”
mentiraaaa, ahí no dice nadaaaa”. Me saca la hoja y ahora es él, el que hace
que escribe, y cuenta lo mismo en voz alta, siempre garabateando: “ahora si
dice eso, porque yo lo escribí”. Bueno parece que vos también escribís para ser
leído. Entonces leo.
La lectura del texto de Prieto Castillo, me
dio la sensación de una bocanada de aire fresco, junto con la propuesta de la
clase. Del gusto que me quedo de este texto, esta es la parte que mas me
impresionó: escribir para ser leÏdo, escribir el otro texto, el paralelo, entero completo y vívido. El texto vivito y
coleando. La ampliación con la experiencia de cada uno y la de todos.
Solo
imaginar ser leido me produce una mezcla de miedo entusiasta. Es un temor al
ridículo, invariablemente a la exposición.
De
las vituperaciones y atropelladas a los docentes doy cuenta de todas: que me
voy a morir de hambre, de que hago algo que produce gasto y que a la gente lo
que le interesa es la guita, la guita y no lo que da gasto, que los docentes no
quieren trabajar (cito textualmente al jefe tesorero de la escuela de gestión
privada donde trabajo después de denegar mi pedido de permiso por días de
estudio y descuento “castigo” de haberes).
En la experiencia con mis maestros, vaya este hipertexto para mi
señorita de tercero, Evelia, que me supo enseñar a escribir lo que veía, antes
que la tiraran mar adentro.
Hola Gabriela! Tu apellido era? Semejante texto paralelo se merece un apellido. Cómo me reí leyéndolo! XD
ResponderEliminarSeguramente que el humor es lo central en tu registro de clase, lo cual no le quita seriedad a la articulación conceptual que vas tejiendo con la bibliografía y tu propia experiencia.
Una preciosura!
En esta entrada de blog, si fuese Facebook, le pondría "Me gusta" está escrita en mi idioma y por eso la entiendo. Cuando llegó la señora con actitud a anunciar la llegada Del Ing., no me desesperó el tema, ya que lo había visto hace diez años en electrónica del secundario (no era taaan innovador el tema), pero tampoco iba a pincharle el globo a quienes querían participar, explicándoles que se trata de tecnología a escala más pequeña que el grosor de un cabello.
ResponderEliminarSin menospreciar la nanotecnología, considero que la educación de las personas, para lo que nos estamos formando, también tiene un alto grado de complejidad e importancia.